miércoles, 25 de septiembre de 2013

Muere Álvaro Mutis, el creador de Maqroll el Gaviero

Muere Álvaro Mutis, el creador de Maqroll el Gaviero

Su vida transcurrió entre viajes, libros, fiestas, amigos famosos, una temporada en la cárcel y una vejez llena de olvidos.
Cuando Álvaro Mutis abrió los ojos por primera vez era el hijo de un hombre prestante, futuro diplomático, la familia, sin duda, tendría un porvenir prometedor, pero el recién nacido quizá hubiera preferido aparecer en España, en una familia predestinada a trabajar para Felipe II.
Como muchos poetas Mutis sentía vivir en la geografía y el siglo equivocados. Se declaró siempre monárquico, descreía de la democracia y con más fervor del socialismo. Decía que la democracia había creado un esperpento insuperable: la burocracia. Siempre se negó a llamar por su nombre bolchevique las ciudades de Stalingrado y Leningrado.
Como muchos artistas puso su atención en los paraísos perdidos y los ausentes: su padre murió a la edad de 33 años, cuando Álvaro Mutis era apenas un niño. Esa pérdida se resarcía en los sueños, cuando el escritor veía a su padre, otra vez joven, otra vez vivo, entrando a su casa. Los Mutis vivieron en Europa donde el padre trabajó en el servicio diplomático colombiano. Del Viejo Continente la familia tuvo que salir a causa de la guerra. Ese fue su primer paraíso perdido. El segundo fue la finca de la familia en Coello, el lugar donde pasaban largas vacaciones y que perdieron a causa de una toma insurgente. En ese lugar el poeta descubrió un escenario fundamental en su literatura: la tierra caliente. La madera que se pudre en cuestión de horas, los aguaceros, la vegetación salvaje, los hombre recios, las mujeres abundantes y sin recato. Todos esos son atributos de Los elementos del desastre, uno de sus poemarios mejor logrados.
Las pérdidas lo llevaron a ser, en la intimidad, un joven nostálgico. Consciente de que esa carga de pesar no encajaba en un rostro joven se le ocurrió crear un personaje mayor, maduro, sin nacionalidad, un marino capaz de soportar el peso de las ausencias. Ese hombre se llamó Maqroll, ‘el Gaviero’, un héroe que apareció primero en un poema y luego sería el protagonista de las novelas de Álvaro Mutis.
Juventud
Desde muy joven, el escritor mostró un absoluto rechazo por la academia. Con orgullo solía contar su odio por el colegio, un lugar al que iba por obligación y donde eludía las clases en la biblioteca, entre libros de historia y literatura. Nunca terminó el bachillerato. Era un billarista experto y un vago increíble. Su madre, que le advirtió que en su casa no podía mantener un sinvergüenza, le consiguió su primer empleo.
Álvaro Mutis fue relacionista público, publicista, trabajó para la 20th Century Foxllevando películas por toda América, y en una pequeña aerolínea desempeñó la sombría labor de comunicarle a las familias de los pilotos la noticia de la muerte de los capitanes que perecían en los siniestro aéreos. Siempre rehusó a ser periodista, en parte porque odiaba la idea de someterse a un régimen de escritura específico, como el de las noticias, y porque además le gustaba la historia, el recuento reposado de los hechos, y no los desordenados paños de agua tibia sobre la realidad, que son los periódicos.
Sus horas de descanso se iban en escribir versos, y sobre todo, en atender fiestas. Era un experto hacedor de cocteles, decía que era mejor en eso que Ernest Hemingway, uno de los borrachos más célebres de la literatura. Cuentan que las comilonas de Álvaro Mutis eran celestiales y sus guayabos inolvidables.
Alvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Kienyke
La cárcel
Como jefe de relaciones públicas de una multinacional tuvo a su cargo un presupuesto destinado a promover la cultura. El manejo de esos recursos lo llevó a un estrado judicial y luego a la cárcel. Su amigo Gabriel García Márquez alguna vez explicó que Mutis jamás hizo una administración fraudulenta de dicho capital, el error fue haberlo manejado con la generosidad de un poeta que se los gastó en beneficio de sus compadres escritores, músicos y artistas. Álvaro Mutis autorizó muchas publicaciones, premios, viajes, y a sus patronos no les pareció un uso correcto de los recursos.
Tuvo que pasar quince meses en la cárcel de Lecumberri, en México, experiencia que recordaba como “una gran lección, que no quisiera volver a tener, pero que al mismo tiempo fue reveladora del hombre en su más brutal y absoluta verdad.”
Los meses en la cárcel le sirvieron para escribir uno de sus mejores libros: Diario de Lecumberri, y en prisión también ejecutó uno de sus mejores relatos: La muerte del estratega.
Los amigos célebres
Pero México, donde residía hace muchos años y murió, no fue para Álvaro Mutis sinónimo de castigo. Allí fue recibido por grandes personalidades de la cultura, que ayudaron mucho a su formación literaria: Luis Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, fueron bastante cercanos a él. Además, en su casa del Distrito Federal fue vecino de García Márquez.
La amistad con Gabo tiene decenas de anécdotas célebres. Una de las más comentadas es que Álvaro Mutis se aparecía con mercados y regalos en la casa de los García Barcha en los meses en que el futuro premio Nobel se encerró, dejando a un lado el trabajo, a escribir una novela que luego le daría fama universal: Cien años de soledad.
Otro conector entre ellos fue Simón Bolívar. Álvaro Mutis quería escribir una novela sobre El Libertador, un propósito que también perseguía García Márquez. El creador de Maqroll concretó algunas páginas que terminaron siendo un relato titulado El último rostro. Sin embargo abandonó el proyecto y Gabo, después de extenuantes peticiones y sondeos, retomó la idea que terminó en la novela El general en su laberinto, dedicada, por supuesto, a Álvaro Mutis.
Otro de los amigos célebres de Mutis fue el pintor Alejandro Obregón, que aparece en varias páginas de sus novelas.
Su literatura
El mayor aporte de Mutis a la literatura en español es su obra poética. Títulos comoLos elementos del desastre, Los trabajos perdidos, Reseña de los hospitales de ultramar tienen un puesto relevante en las letras hispanoamericanas. Sin embargo, su fama mundial se debe a sus novelas, la saga de Maqroll el Gaviero, que comenzó a escribir en 1986, cuando ya era un jubilado, libre de compromisos y trabajos.
Influenciado por Joseph Conrad, Marcel Proust y otros grandes nombres de la literatura del siglo XIX, la historia y la poesía, Álvaro Mutis escribió páginas notables en Un bel morir La ultima escala del tramp steamer.
Su obra en general es una reunión de nostalgias y pérdidas. Amores que no concluyen en nada, viajes donde se pierde dinero y amigos, una poesía en la que los esfuerzos de los hombres se rinden ante la superioridad del tiempo y la naturaleza, siempre adversa, como lo testimonia este fragmento del poema Un bel morir:
“Y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías. Para entonces quedará bien poco de nuestra historia, algunos retratos en desorden, unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos

abrazos.”

Mutis: El verdadero Gaviero

Mutis: El verdadero Gaviero

El poeta y novelista Álvaro Mutis llega a los 90 años. A pesar de su exilio y silencio sigue siendo una de las voces más vivas de la literatura colombiana.

Mutis: El verdadero Gaviero.

Un niño de 11 años llega al puerto de  Buenaventura. Viene de Bélgica, en donde ha vivido desde  los dos.  No es la primera vez que se encuentra con esa imagen –venía de vacaciones a Colombia–, pero esta vez es distinto. 


El niño, que ya ha descubierto a Conrad en la biblioteca del colegio, es ahora consciente del contraste entre el paisaje europeo –las llanuras de Flandes, con sus brumas y sus grises– y la naturaleza americana: un  lugar donde todo se destruye a un ritmo vertiginoso, incluidas las ilusiones y las empresas de los hombres. 

Pero también, donde la vida es más sensual y placentera, con sus colores, sus frutas y sus mujeres. El mundo ya hecho, en el que pensaba que iría a vivir por siempre, ha quedado definitivamente atrás –por la muerte de su padre y, luego, de su abuelo–  y solo le queda este que tiene en frente: el trópico, el mundo sin una historia acabada y en perpetua descomposición. 

Álvaro Mutis nació en Bogotá el 25 de agosto de 1923 –día de San Luis de Francia, aclara él–, pero a los dos años, su padre, que había sido secretario del Consejo de ministros, fue nombrado en la Legación colombiana en Bélgica. 

“Bélgica me marcó para siempre. Hay recuerdos de mi niñez que todavía desfilan por mi mente con toda su fuerza, como las enormes barcazas que atraviesan el país por canales fascinantes… O como ese puerto de Amberes, que hago aparecer siempre en mis novelas como un homenaje”, contó en una entrevista con el escritor Fernando Quiroz.
La repentina muerte de su padre a los 33 años, debido a una enfermedad desconocida, no impidió que permanecieran otro tiempo en ese país, pues su abuelo, don Jerónimo Jaramillo Uribe, cofundador de Armenia y colonizador antioqueño, tenía en Europa una agencia propia para comercializar su café, al margen de la Federación de Cafeteros. 

De su padre, Santiago Mutis Dávila –bogotano–, Álvaro heredó el gusto por los libros, el vino, la buena mesa y la tertulia. De su madre, Carolina Jaramillo –manizalita–, un gran sentido de la libertad y por supuesto la hacienda de Coello, que vinieron a atender tras la muerte del abuelo y, como la magdalena proustiana, será el lugar del cual va a surgir toda su literatura. 

“Cuando digo que ya conocí el paraíso estoy diciendo la verdad. A mí no me lo tienen que contar. Se llama Coello. Ese paraíso donde terminan los llanos del Tolima y comienza la cordillera, hacia La Línea. Esa finca donde pasé las vacaciones durante mi fracasada época de estudiante”, contó.
 
“Las vacaciones más fructíferas de la literatura colombiana”, dijo Juan Gustavo Cobo Borda, a propósito de Mutis y sus largas temporadas de descanso en su finca en la cual, además de experiencias memorables, en la hamaca colgada en la terraza, abanicado con la brisa de los ríos Cocora y Coello, leería miles de páginas de historia y literatura, sus dos grandes pasiones. 

De nuevo en Colombia y para que siguiera los pasos de su padre –y acaso no se convirtiera en un finquero más de la familia–, doña Carola lo matriculó en el Colegio Mayor del Rosario. Pero allí, escuchando las clases magistrales de Eduardo Carranza sobre Antonio Machado y visitando los cafés aledaños al Colegio, se olvidó del estudio: “Entre el billar y la poesía, me eché a perder”.

La verdad es que ya era un gran lector y como le explicó a monseñor José Vicente Castro Silva, rector del Colegio Mayor, con tantos libros esperando, no había tiempo de ir a clase. Sin título de bachiller y casado –tenía entonces 18 años– pero dotado de una gran voz, se abrió camino en la Radio Nacional.

Años más tarde se convertiría en el narrador en español de la serie de televisión Los intocables. Después de la Radio Nacional, y gracias a otro de sus talentos innatos, una simpatía arrolladora, empezó a trabajar en relaciones públicas: Compañía Colombiana de Seguros, Bavaria, Lansa, Esso. Sin abandonar nunca la poesía ni la lectura. Desde un comienzo supo que –no había más opciones– él sería uno de esos escritores con doble vida. 

En 1948 publicó su primer libro, La balanza, en compañía de Carlos Patiño Roselli. Un libro inconseguible, no porque se hubiera agotado: como tantas otras cosas ardió en las llamas del 9 de abril. Y en 1953 publicó Los elementos del desastre, en el que aparece por primera vez el personaje de Maqroll el Gaviero, un marino trashumante, un eterno viajero que vive la existencia como una maldición sin salida: sabe que vivir es una enfermedad, que la muerte lo infecta todo, pero también que la vida es única y hay que vivirla furiosamente, “por el goce inmediato de ciertas probables y efímeras dichas”.  

Alrededor de este personaje, que irá creciendo en los siguientes libros, se unifican la poesía y la prosa de Álvaro Mutis que debe verse como una totalidad y que se distingue por su lenguaje suntuoso. “Mutis es un poeta de la estirpe más rara en español: rico sin ostentación y sin despilfarro”, dijo Octavio Paz. 

Sin embargo, ha sido Gabriel García Márquez quien mejor ha definido el alcance universal de su obra: “La obra completa de Álvaro Mutis, su vida misma, son las de un vidente que sabe a ciencia cierta que nunca volveremos a encontrar el paraíso perdido. Es decir: Maqroll no es solo él, como con tanta facilidad se dice. Maqroll somos todos”.

En 1956, su vida cambiaría radicalmente. Con cenas extravagantes y dadivosos regalos a sus amigos artistas, desvió el presupuesto que manejaba en la Esso y la compañía entabló en su contra una acción legal. Mutis se exilió en México y al cabo de tres años tuvo que pagar una condena de 15 meses en la cárcel de Lecumberri. Una dolorosa experiencia de la cual salió convertido en una persona más sensible al sufrimiento humano y un escritor con más hondura e intensidad lírica. Desde entonces vive en México. 

Al salir de la cárcel, trabajó en la Twentieth Century Fox y luego en Columbia Pictures, como gerente para América Latina. Siguió escribiendo y con sus libros La Mansión de Araucaima, Summa de Maqrol el Gaviero y Caravansary consolidó un gran prestigio como poeta en el ámbito hispanoamericano. A partir de 1986, con la publicación de La nieve del almirante, empezó un frenesí creativo que lo llevó a escribir otras seis novelas agrupadas bajo el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. 

Llegaron los premios y el reconocimiento internacional. Se multiplicaron los estudios sobre su obra, las entrevistas. Llegó a un público mayor que el de los lectores de poesía. No obstante, desde 2007, a causa de una tragedia familiar –la muerte de su hijastra– y, también, “el ultraje de los años”, se ha alejado de la vida social y se silenció. 

Si supiera que el pasado jueves en el Festival Internacional de Poesía Luna de Locos, en Pereira, le rindieron un homenaje por sus 90 años y los niños de los colegios hicieron hermosos dibujos con sus versos, tal vez,  volvería a oírse su risa contagiosa y aquella exclamación con la cual lo recuerdan sus amigos: “¡Qué maravilla!”. 


Noticias de interés

Colombia no es el país más feliz del mundo

Un nuevo ranking que se basa en variables como la migración y el desempleo, y no en respuestas subjetivas a encuestas, señala que Hong Kong (la China capitalista) es la nación más feliz del planeta. Colombia está en el puesto 72 entre 112.



Este nuevo ranking de los países más felices del mundo es diferente al resto. Al menos los criterios que utilizó la Universidad Carlos III de Madrid son muy distintos a los que habitualmente tienen en cuenta este tipo de estudios: los resultados no están basados en respuestas subjetivas a encuestas sino en variables puntuales como migración, corrupción, educación, desempleo, familia y “orgullo de nacionalidad”. “El nuevo índice de felicidad se basa en lo que la gente hace en lugar de lo que dice”, resume el portal de noticias científicas SINC.
En este listado Colombia está lejos de ser el país más feliz del mundo –como lo han señalado incontables estudios–. Entre 112 naciones nuestro país se ubicó en el puesto 72, muy lejos de otros latinoamericanos como Chile (21), El Salvador (31) y Perú (38).
Los primeros tres puestos fueron para Hong Kong (la China continental), Singapur y Nueva Zelanda, y los últimos para Afganistán, Sudáfrica y China.
El principal indicador que se tuvo en cuenta en este estudio fueron los flujos migratorios. El informe plantea que la decisión de emigrar está influida “por variables que reflejan características económicas, sociales e institucionales de cada país”.
Los flujos migratorios están muy vinculados a aspectos que la psicología relaciona con la felicidad; a partir de estos resultados, se puede construir un índice de felicidad que aporta valores más lógicos”, le explicó a SINC Juan de Dios Tena, profesor del departamento de Estadística de la universidad española.
Señala, además, que en las corrientes migratorias no sólo influye la posibilidad de encontrar empleo, “como se suele pensar”, sino también aspectos como la contaminación, el terrorismo o las desigualdades económicas, “variables que la psicología considera como determinantes de la felicidad”, concluyó Juan de Dios. Este estudio contó además con el apoyo de Universidad de las Islas Baleares (España) y de la Universidad Católica del Norte (Chile).


martes, 17 de septiembre de 2013

El Petronio Álvarez en Salomia


Noticias de interés

PROGRAMACIÓN SEMANA DE LA SALUD Y PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE SPA
Del 23 al 26 de septiembre de 2013




CENTRO DE LA CONSTRUCCIÓN

Martes 24 de Septiembre de 2013
Tema: Taller de Prevención en consumo de SPA
Hora: de 8:30 am a 11:00 pm
A cargo de Universidad Libre


Martes 24 de Septiembre de 2013
Tema: Taller de Prevención en consumo de SPA
Hora: de 2:30 pm a 4:00 pm
A cargo de Universidad Libre

Miércoles 25 de septiembre de 2013
Tema: PREVENCIÓN DEL MALTRATO A LA MUJER
Hora: 9 a10 am
Dra. Doris Pizarro acompañada de la unidad de derechos humanos de la policía departamental y municipal, Secretaria Departamental

Jueves 26 de septiembre de 2013
Tema: PREVENCIÓN DE EMBARAZOS EN POBLACIÓN ADOLESCENTE
Hora: 9 a 10 am
A cargo del Dr. Hernando Revelo Jefe de Educación en salud UniLibre Cali 
Y el  Psicólogo. Javier Uribe R.
Proyecto Espiritual Quirón.

SEDE SAN PABLO

Lunes 23 de septiembre de 2013
Tema: ETS Y MÉTODOS DE PREVENCIÓN DE EMBARAZOS 
Hora: 2 a 3 pm 
A cargo de Fundación Glairis
Oscar Samuel Mejia

Martes 24 de Septiembre de 2013
Tema: JORNADA DE HIGIENE ORAL A cargo de (ORTOPLAN)
Hora: de 8 am a 5 pm

Miércoles 25 de septiembre de 2013
Tema: ETS Y METODOS DE PREVENCION DE EMBARAZOS  
Hora: 9 a 10 am
A cargo de Fundación Glairis
Oscar Samuel Mejía 

Jueves 26 de septiembre de 2013
Tema: IMÁGENES TEATRALES SEMANA DE LA SALUD Y PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE SPA

Hora 12:00 m.

Mayor Información: Oficina de Bienestar al Aprendiz, Doriam Mendez Enfermera  - Martha Cecilia Mendieta M.  Psicóloga